Ane Arzamendi Ayneto
Premi Rodrigo Miralles
Compromís Social i Solidaritat
Refugiats: la seqüela errant d'una guerra
RESUM
Era una mañana de otoño como cualquier otra. Estaba desayunando una magdalena en la cocina de mi casa, mientras veía en las noticias uno de esos reportajes, tan impactantes como tristemente recurrentes, en los que aparecen familias de refugiados sirios desembarcando en algún punto de la costa española. Como es normal, los primeros sentimientos y reflexiones que me vinieron a la cabeza fueron los mismos que probablemente les han brotado a muchos de ustedes contemplando este tipo de imágenes: “qué mal lo deben de estar pasando”, “qué pena da toda esta situación”, “ojalá alguien encuentre pronto una solución para esta tragedia”, etc. Lamentablemente, este tipo de pensamientos mantienen nuestra mente ocupada durante tres minutos como máximo. Después nos acabamos la magdalena y salimos corriendo porque se nos escapa el autobús, porque es hora de ir al trabajo o a la facultad, o porque llegamos tarde a una cita. Y lo más probable es que no volvamos a pensar en ello en todo el día.
Realmente, no debe resultar sencillo para los periodistas mantener una misma noticia en primera plana durante un largo período de tiempo. Lo noticioso tiende a ser lo excepcional, no lo habitual. La gente quizás muestre interés por un tema relevante durante tres o cuatro semanas, pero al superar el mes, esa noticia corre el riesgo de convertirse en un suceso escasamente relevante o incluso en algo peor: una realidad banalizada. En el caso concreto que nos ocupa, cada día podemos leer en los periódicos titulares de este tipo: “mil personas han desembarcado en nuestra costa”, “quinientos refugiados han perdido la vida este año en el mar”, “determinada organización denuncia la crisis humanitaria que se está viviendo en el Mediterráneo”, etc. Al final, inconscientemente, no vemos nada más allá de las cifras, sin interiorizar que detrás de estos números se esconden infinidad de vidas truncadas, una multitud de seres humanos que emprende un duro y peligroso viaje para que su existencia deje de consistir en sobrevivir para comenzar a vivir.
Aquella mañana de otoño, mientras desayunaba, percibí las mismas emociones que otras veces. Pero sucedió algo más. Contemplando aquellas familias arriesgarlo todo por un futuro digno, me di cuenta de que nada merecía más la pena que dedicar el trabajo de investigación a aquella realidad que golpea cada día nuestras conciencias, aunque era consciente de que no podía hablar solo de sentimientos. Estudié la tragedia de los refugiados desde un punto de vista multidisciplinar, partiendo de los orígenes del conflicto, hasta llegar a las diferentes soluciones que proponen las instituciones implicadas en este drama. Sin embargo, procuré no perder nunca de vista mi perspectiva principal: el factor humano.
Para ello he contado con la ayuda de un prestigioso grupo de expertos en diferentes campos de estudio y actividad, capaces de dotar a esta investigación de unos niveles de rigurosidad coherentes con las expectativas que me había forjado. Así, me planteé inicialmente un análisis del germen histórico que ha desembocado en esta crisis humanitaria, llegando a la conclusión de que el conflicto en esta zona del planeta tiene raíces muy hondas que se alargan hasta tiempos remotos. Después quise estudiar la perspectiva sociológica del drama, atendiendo a las circunstancias internas de las personas que se ven obligadas a dar este paso crítico en sus vidas. En plena sociedad de la información, resultaba también necesario analizar el tema desde el prisma mediático, vinculado a la forma en que se nos transmite una tragedia cuya respuesta gubernamental muchas veces depende de la demanda de soluciones urgentes desde la propia opinión pública occidental. Tampoco podía faltar la perspectiva jurídica, pues en esta crisis se ha puesto en entredicho la forma en que nuestro derecho internacional es capaz de aportar soluciones sistémicas a una catástrofe de estas dimensiones. Y en relación con lo anterior, también era necesario contar con la versión de las propias instituciones públicas, que debían dar respuesta sin demora a una emergencia de proporciones imprevisibles. Por último, también decidí incluir un capítulo dedicado al prisma colaborativo, teniendo en cuenta el papel protagonista que han tenido las organizaciones no gubernamentales en la gestión de este drama humanitario.
Sin embargo, como decía antes, tampoco pretendía que este trabajo de investigación se convirtiera en una aséptica descripción de una realidad anónima. Consideré necesario incluir en este estudio la perspectiva vivencial para culminar el análisis bajo el prisma del factor humano al que antes me refería. Por ello me hizo especial ilusión realizar una entrevista a Kadijha, una joven siria que llegó a nuestro país acompañada por su familia, hace ahora dos años. Todos hemos leído crónicas periodísticas y hemos visto reportajes en televisión vinculados con este conflicto, pero hasta que alguien no te explica en primera persona su propia experiencia, es difícil concienciarse sobre la verdadera dimensión, profundidad y crueldad de la tragedia.
Historias como la de Kadijha o la de cualquier otra familia que decide subirse a un bote con sus hijos pequeños para cruzar un mar inhóspito, en compañía de un centenar de desconocidos y en manos de personajes sin escrúpulos, demuestran la envergadura del drama al que asistimos impasibles. No conocen lo que les espera en la otra orilla, y ni siquiera saben si van a llegar a su destino, pero cualquier alternativa que se abra ante sus ojos, sea la que sea, será mejor que el infierno que dejan atrás. Cualquier padre o madre de familia puede imaginar la situación límite que deben estar viviendo estas personas para poner en riesgo la vida de sus propios hijos.
En definitiva, la constatación de esta realidad durante todos estos meses de investigación me ha servido, a nivel personal, para interiorizar la suerte que disfrutamos millones de personas en este planeta, frente a otras muchísimas que han sido esquivadas por la fortuna desde el mismo momento en que llegaron a este mundo. Y creo que no somos suficientemente conscientes de ello. Después de todo, nacer a un lado u otro de la alambrada es una simple cuestión de azar.
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